Bajón de creatividad, menor aprendizaje y sentimiento de grupo, la cara B de teletrabajar

Fuente. Solange Vazquez

Vamos viendo que, con el avance de la vacunación, tendremos que volver todos a una vida más o menos ‘normal’, parecida a esa que tuvimos que dejar de la noche a la mañana a mediados de marzo del año pasado.

Aquel fue un adiós triste, sin despedidas solemnes ni billete de vuelta. Por eso, este retomar la vida que se nos presenta a corto plazo es motivo de alegría –significa los últimos coletazos de una pandemia–, pero también de inquietud, ya que supondrá un nuevo esfuerzo de adaptación.

Un estudio realizado durante los peores compases del covid destacaba que el 56% de los trabajadores echaba en falta una mayor relación con los compañeros y que el 73% prefería volver a su oficina.

Este informe, realizado por Actiu, compañía especializada en diseño y fabricación de espacios laborales, contó con la participación de 350 profesionales –de diversos perfiles y procedencias geográficas– que se vieron obligados a cambiar su lugar de trabajo habitual. ¿Ha habido cambios desde entonces?

Al parecer, la quinta parte de los ‘teletrabajadores’ prefiere volver a la oficina y olvidarse para siempre de meter horas en casa. Tal y como recoge el estudio, sólo el 7% quiere trabajar únicamente desde su hogar… Y, sea cual sea su preferencia, casi el 80% afirma que el contacto humano es clave.

«El teletrabajo fue algo impuesto por las circunstancias, es una herramienta útil y se va a quedar para momentos puntuales. No obstante, si algo ha quedado claro en los últimos meses, es que el cara a cara es insustituible, porque trabajar a distancia llega hasta donde llega –explica Ibon Olazabal, director general de WALT y consultor de selección de personas del grupo Evolus–. Muchas empresas aprecian cierto estancamiento. Para llegar más allá y coger impulso, algo que cuando todo esto acabe de verdad vamos a necesitar mucho, tenemos que vernos». Estas son algunas de las razones.1

El aislamiento continuado: ni eficaz ni sano

Durante la pandemia se ha comprobado que trabajar en casa es posible. «Pero todos tenemos claro que estar juntos es esencial, ese momento de coincidir en la máquina del café o en los pasillos… Ahí también hay intercambio de información y de ideas», apunta Soledat Berbegal, experta en el ámbito laboral y consejera y directora de reputación de marca de Actiu.

Según indica, trabajar en casa en momentos puntuales es útil para la empresa y el trabajador. Pero no quedarse a perpetuidad en la comodidad de nuestra zona de confort hogareño, que muchas veces ni siquiera cumple las condiciones mínimas saludables para estar horas y horas trabajando.

Según explica, aunque la gente ha intentado hacerse sus ‘oficinitas domésticas’ lo más cómodas posible, las condiciones, en general, dejan mucho que desear en cuanto a luz, ergonomía, espacio… Es decir, el aislamiento continuado ni es eficaz ni es sano. De hecho, en Actiu intentan hacer más interactivos hasta los entornos presenciales con estructuras redondeadas, que se ‘miren’…

«El teletrabajo ofrece bondades, pero, como en todos los aspectos de la vida, ni todo lo blanco es blanco, ni todo lo negro es negro. Hemos estado más tristes, más nerviosos y más irritables y eso quiere decir que la experiencia de teletrabajo ha podido llegar a niveles de desmotivación y rechazo», dice José García Altares, psicólogo en TherapyChat.2

Creatividad… mejor entre todos

¿Necesitamos de otros para ser más creativos? La respuesta es que, en general, sí. Según apunta García Altares, «es imposible no comunicar emociones y, además, no contagiarlas». Se debe a las neuronas espejo: el contacto con otras personas nos activa o nos desmotiva…, eso depende. En un contexto creativo, también nos retroalimentamos.

Ahí está el ‘brainstorming’, donde se produce un fuego cruzado de ideas en grupo del que suele surgir alguna buena. A distancia no funciona igual: falta agilidad. «Los procesos basados en la creatividad o la innovación tienen más dificultades en el contexto del trabajo remoto», recoge una investigación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) sobre qué elementos influyen en que los equipos de trabajo sean eficaces.3

La productividad y la motivación decaen

Un profesional vago lo será tanto en la oficina como en casa, sólo que en su hogar tendrá que hacer menos teatrillo para disimular que trabaja poco:ahí no tiene que cazcalear (según la RAE, «andar de una parte a otra fingiendo hacer algo útil»). Lo mejor siempre es trabajar por objetivos, sobre todo con este tipo de personas que se escaquean. «Hay una falsa concepción de que, para que la empresa consiga sus objetivos, el empleado debe trabajar más horas o invertir más esfuerzo, cuando lo que se debe hacer es trabajar de forma inteligente. 

De nada sirven los tiempos cuando no se cumplen los objetivos», recalca Marcos Razzetti, CEO de Blue Hack Media Group. En este sentido, muchos ‘teletrabajadores’ afirman que su jornada laboral es mucho más larga en casa que en la oficina: más horas para hacer lo mismo. ¿Por qué? Por un sentimiento de que tienen que ‘compensar’ de algún modo el no desplazarse al centro de trabajo o el rato que han tardado en poner una colada o comerse un bocata.

En la distancia, el liderazgo se diluye y también el compromiso y el sentimiento de pertenencia a la empresa, lo que afecta directamente a la motivación de los trabajadores. Esta es la cadena que dibuja Olazabal: «Algunos empleados nuevos se van y todo. Los hay que han empezado a trabajar en pandemia y han dejado el empleo en pandemia porque no han conectado, no han logrado un vínculo»4

Aprendizaje de las personas en formación

Durante la pandemia, un colectivo laboral muy perjudicado ha sido el de los jóvenes en prácticas. ¿Por qué? Para que aprendan es imprescindible la presencialidad.

El cerebro humano no sólo está absorbiendo los conocimientos que nos transmiten cuando nos explican algo concreto. También está tomando, sin que nos demos cuenta, muchos detalles del entorno: el comportamiento de los demás, el modo de conversar de los seniors, cómo se organizan y lidian con imprevistos… No todo se puede aprender por Zoom, en tutoriales o con un manual. «Lo hemos visto en nuestra propia compañía. Era muy difícil formarles. Ir a le oficina te ‘amuebla’», asevera Olabazal.5

Falta de regulación

Durante la pandemia, el 40% de los empleados españoles han manifestado que el teletrabajo ha incrementado los gastos de luz e internet en el hogar, según los datos de un informe de InfoJobs.

«El concepto legal de teletrabajo es lo suficientemente flexible en materia de costes como para permitir que, vía negociación, no se produzca un enriquecimiento injusto por ninguna de las partes y las empresas tampoco tengan que duplicar los costes, de oficina y de equipamientos domésticos», explica Javier Blasco, director de Adecco Group Institute, firma de referencia en el mundo del Empleo y los Recursos Humanos.

Blasco considera que la clave es definir qué procesos y tareas requieren presencialidad y qué otras pueden desarrollarse, de vez en cuando, en remoto. «Hemos estado sometidos a un teletrabajo ‘blando’ debido a la situación. Si se instaura, habría que regularizarlo y quizá cosas que se han tolerado en la pandemia (bebés llorando en una videoconferencia, falta de material, problemas para localizar a alguien) no se permitirían», añade Olazabal.

Además, habría que mejorar aspectos como la ciberseguridad, porque con nuestros portátiles en casa… «En un momento en que los modelos online y presencial van a combinarse, es vital proteger toda la información y los equipos –apunta Joserra Valle, director de marketing de Semantic Systems, empresa centrada en estos aspectos–. Hay que estar preparados para imprevistos». ¿Quién iba a pensar que venía una pandemia?6

La fatiga del Zoom

El estudio de la UOC sobre la eficiencia de los grupos de trabajo también ha alertado de que el uso constante de las tecnologías para cualquier tarea laboral (reuniones, peticiones, interacción con clientes, usuarios, jefes, subordinados y aprendices) «conlleva una sobreabundancia de información que, si es superior a la que el empleado puede gestionar de manera eficiente, genera efectos negativos como la sobrecarga de trabajo, el tecnoestrés, el agotamiento o el conflicto trabajo-hogar».

De hecho, este último año se ha producido el curioso fenómeno denominado ‘fatiga del Zoom’. Estar sometidos a teleconferencias constantes, ver un montón de caras en la pantalla, estar ‘expuestos’ en nuestra casa y la ausencia de señales no verbales –sólo vemos una pequeña porción de los interlocutores– acaba estresando el cerebro y nos vuelve más proclives a despistarnos y a sentirnos incómodos y ansiosos. Según un reciente estudio de la universidad de Gotemburgo, este fenómeno es más acusado entre las mujeres.

«Aquí somos latinos y el Zoom es complicado. Mucha gente que es participativa se corta, luego hablamos todos a la vez…», enumera Olazabal, quien indica que las videoconferencias son muy útiles –«¡nos han permitido salir adelante!»– y se deben fomentar, pero nunca como única vía de contacto. «La interacción real favorece canales de comunicación más claros y directos, el establecimiento de relaciones sociales formales e informales, un mayor sentimiento de pertenencia y, por tanto, mayor conexión con el objetivo y los valores de la empresa –apunta Aída Rubio, directora del Servicio de Psicología y Psicóloga Sanitaria en TherapyChat–. No debemos nunca olvidar que somos seres humanos y sociales»

Carlos

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